Hace unos meses, la poeta Viviana Ayilef nos invitó a colaborar con unas palabras de acompañamiento para su nuevo libro Choz Rayen (Las Guachas, 2024). A continuación, compartimos nuestro prólogo junto a una muestra poética de esta reciente publicación.
Cuatro epígrafes acompañan las hebras de Choz Rayen, libro de poesía, ensayo y encuentro de la lamngen Viviana Ayilef. Estas citas iniciales, provenientes de Walter Benjamin, Peraiantü, Jorge Spíndola y Adrián Moyano, son filamentos vibrantes de la memoria que nos invitan a recordar un asunto primordial: no podemos olvidar a nuestrxs muertxs. Lxs llevamos adentro, ellxs viven en la piel, en los pewma. Nuestra robusta raíz es también una promesa futura, germinaciones que no cesan, al contrario, se mantienen frondosas, fértiles y han logrado resistir más allá del exterminio, gracias a la indomable voluntad sobreviviente del pasado.
Aquí estamos, trenzando palabras, música e imágenes que oscilan de un cuerpo a otro entre pu lamngen, para cobijar la fuerza de los almácigos que somos. Nuestra historia nos exige una responsabilidad afectiva y política de mantener despiertos los cantos y las luchas de nuestro pueblo; vaya compromiso el que se nos ha legado con dignidad. Esta herencia comunitaria está impulsada por el imperativo de taiñ futakecheyem, una ofrenda de confianza que recibimos con orgullo y gratitud. En este andar buscando unxs a otrxs, también nos hemos encontrado con la escritura de nuestra lamngen Viviana, entre la poesía, la voluntad colectiva y la agitación de la memoria «no oficial».
Por ello, hoy, como Colectivo Mapuche Rangiñtulewfü nos pronunciamos con estas palabras de saludo y celebración, vociferamos afafanes que reverberan desde la diáspora y desde Ngulumapu, al otro lado de la Cordillera de Los Andes, recién nevada y escarchada en tiempos de pukem. Los ríos que nos protegen reciben alegres la escritura del Puel. Cada vez que nace un libro de unx lamngen, algo se remueve en nosotrxs. Con los años, hemos mantenido un trafkintu, un intercambio solidario que prescinde de toda frontera, porque Wallmapu no son los estados que nos han obligado a trazar cartografías y leyes castradoras. En el gesto de la resistencia, hemos leído poemas, escuchado cantos, realizado llellipun y reconocido nuestras biografías, construyendo un pensamiento colectivo que resiste a las heladas y a las opresiones. Tal vez porque hace falta solo un movimiento para despertarnos. Este impulso se mantiene vivo porque sueña e imagina, festeja, recuerda y se emociona con cada mapuche que nace y se hace.
Y como flores amarillas que porfiadamente irrumpen en el cemento genocida, brotamos en el aquí y en el ahora, en el aquí donde nunca hubo tal desierto, ni pacificación, democracia, verdad, justicia ni reparación. Nos ennewenamos porque nos hemos encontrado más allá de las fronteras impuestas, incluidas aquellas fronteras esencialistas que perpetúan el amén colonial desde su consigna divisoria de acaso «quién es mapuche mapuche». Por eso, nuestros ríos te saludan, lamngen.
Sumergirse en Choz Rayen es lawen para el piwke, un contra para todos los estigmas, un mantra que nos recuerda que no estamos solxs. Es una limpia ceremonial donde las lágrimas —de pena, alegría y sobre todo, ternura— acompañan nuestra historia, la historia de todo un pueblo: nuestro pueblo mapuche. En presente y proyectando un porvenir enraizado en memorias y espacios nuestros, donde cada che y cada ngen vuelva a ser nombradx y respetadx.
Somos una extensión de lo que habita en la tierra: montes, bosques, aves, viento. Lxs mapuche somos agua, moviéndonos por distintas corrientes de memoria que habitan nuestrxs cuerpos. El agua fluye libremente por espacios desconocidos de la tierra, nutriendo y humectando la resequedad de la vida. Ser mapuche en la actualidad es también un acto político de resistencia, que nos invita a pensar en el ahora. Estamos por todos lados. Somos parte de esa memoria, pero no más en la retórica del exterminio, ni como parte de la «evolución occidental», y mucho menos como una categoría de museo. Es por eso que el tejido poético de Ayilef se zambulle, nada y se reconstruye en los ríos de la experiencia, los mismos que bracearon nuestrxs kuifikeche, pero ahora en un fluir de la lucha presente, nombrando cada palabra que pacientemente esperó el retorno de nuestra lengua en voz alta.
Agradecemos el trabajo meticuloso de nuestra lamngen, que hábilmente logra hilvanar palabras y también de los silencios al espejear una historia común que tiene colores propios, que en este caso no es kalfü, azulado, ni el kellü ferroso, sino, que la amarilla mancha de un pueblo diluido en diferentes territorios con la latencia de juntarnos en un cuerpo común.

Audio del poema leído por la poeta
***
Hace un tiempo
pu zomo
íbamos en la ruta
y nos preguntamos
cómo se dirá en mapudungun lo que ahora somos
ni joven, ni anciana
mujeres en medio
del río
***
trenzo mi cabello
antes me gustaba andar con la crin al viento
me parecía sensual
le daba un aire vital a los días
un ritmo de más,
pero ahora lo trenzo
***
una lanita de oveja atraviesa
mi pelo
no sé
por qué lo hago
ojalá que un día entendamos
quién nos indica las cosas
que nunca
aprendimos
***
unas pocas canas asoman
como quien dice permiso
llegamos
¿se puede?
***
cómo habrá sido el cabello de mi abuela Juana
ahí en Aldea Epulef
antes de que se fuera
en sangre
***
y cómo será el mío
cuando a mis hijos les toque encender el kutral
cada junio que se acerque
cuando mi cabello sea
como la ceniza
y mi rostro siga
trenzando la risa
con el mismo gesto
ayi – lef
de vida.
Choz Rayen
pero ¿qué hace
esa flor amarilla
en el jardín de este patio?
***
¿y cómo sobrevivió,
de qué manera corrió el tallo a la pala encarnizada?
***
¿para qué brilla esta mañana
a quién le da su razón
de qué manera está erguida
qué estructura la sostiene
si ya la han arrancado, y no una
muchas veces
florcita pequeña
de qué vertiente
en qué agua
de dónde
sacas
el color?
Al ratito nomás de nacer
fuimos bautizadas
nos pusieron un par de abridores
dorados
para que no den alergia.
***
A los cinco años aprendimos a jurar en el himno
de morir con gloria,
un poco desafinadas.
***
A los seis fuimos palomitas blancas.
***
En el cuarto grado juramos de nuevo
ahora por la bandera argentina
y supimos que la escarapela va en el lado izquierdo
arriba del corazón
como pista.
***
En todo ese tiempo aprendimos a hablar en pasado
de nosotras mismas
de nuestras familias.
***
En el secundario la conquista
el proceso de araucanización
darwin
el facundo de sarmiento
toda la historia del asco
sin comillas.
***
A poco fuimos creciendo y un día
como en un susurro llegó el mapudungun
miramos hacia el costado y no hallamos
de dónde
venía
ese eco.
***
Buscábamos en el aire algo que nos señalara
qué era
ese aleteo
como cuando la tormenta está por llegar
y no quiere
aún
presentarse.
***
Nos quedamos quietas.
***
Y los manuales de historia decían que hace mucho tiempo
lejos de estos siglos
hubo
existió
habitaban
fueron.
Ubicamos en pasado nuestra propia piel
en el desconcierto.
***
Llegamos a la adolescencia pequeñas aún
pero de memorias largas.
***
Nos fuimos juntando.
Algo asomaba.
***
Pero fue un soplo nomás y ahí nos quedamos
suspendidas en la incertidumbre.
***
Algunas mujeres estamos colmadas
de ausencias
heridas inexplicables
hasta que supimos de la interrupción de los procesos.
***
Eso es lo que duele.
Estamos volviendo.
***
A medida que avanzamos como los cangrejos
un poquitito hacia atrás
susurramos cosas.
***
En ese susurro danza la memoria.
***
En ese regreso se endereza nuestra historia
para que Nunca Más
el recuerdo de una niña tenga
sobre todo
hitos
que le agravien.
Viviana Ayilef
Nació en Trelew (Chubut) en 1981. Su familia paterna pertenece al antiguo territorio de Aldea Epulef. Su familia materna proviene de Italia y quién sabe. Es Magister, Licenciada y Profesora en Letras (UNP). Ha publicado los libros de poesía: Agua de Otoño/ Kelleñü (2011), Cautivos (2013), Meulen (Lo que puede un cuerpo) (2017), Mailen (2020) y Ayün/ Memorias del Agua (2023).
