El wixal es infinitamente mucho más que el artefacto en el que las tejedoras mapuche urdimos textiles para vestir o abrigar a nuestra gente. En él, nos ponemos de pie trama a trama, gestando nuestros tejidos como libros abiertos que relatan historias, sueños o propósito de vida.
Yo que nací en la periferia de Santiago, hija de sureños que se arrimaron a la ciudad en busca de esa “mejor vida”, me abracé al wixal ya de grande, 27 años, en medio de una profunda crisis. Loreto Millalén fue entonces mi maestra, hoy es además mi hermana, por esos años recién comenzaba ella a levantar lo que es la ya reconocida y consolidada Escuela de Arte Textil Mapuche Ad Llallin.

Elson Casanova Millar, fotógrafo y comunicador audiovisual de la gloriosa Villa Francia.
Agradezco tanto a la vida y a esa epifanía que un día me mostró al wixal como el hogar de todo aquello que necesitaba saber, porque como en una de esas pocas certezas de la vida, en ese momento sentí que tejiendo lograba dar una buena dirección al fuego de mi corazón y al caos de mi mente.
Mapuche domo de la warria, champurria, llegando a los 30, hasta donde conozco sin tejedoras en el linaje, con mucho más newen que kimvn, en fin, todo eso que soy me suponía en una desventaja frente al wixal, pero cuando aprendí a tejer, qué fácil me resultaba mover los dedos para subir o bajar hebras en mi pequeño telar, como si fuese ayudada por una memoria dormida, como si en lugar de mí, estuviésemos tejiendo todas. Tejer era entonces -hoy también- una fiesta para mi alma, abrazada en cada trama de códigos ancestrales para entender el vivir, porque sólo entonces creo haberlo entendido.
En lo sucesivo, hermosas conversaciones, en diversos xawun de tejedoras, muchos de ellos organizados por Ad Llallin, me han llevado a insistir en la idea de que el telar comprende un profundo sistema análogo de la vida desde el sentir mapuche, que va mucho más allá de lo estrictamente técnico y utilitario; su desarrollo está íntimamente relacionado con el sentido del ser, entrelazando saberes tan trascendentales como el kvme felen, el kvme mogen o el ixofil mogen.
Todo esto corresponde a un entramado milenario, gestado, reflexionado y desarrollado en este territorio, mucho antes de que existiese aquí cualquier emblema patrio chileno o argentino o antes de que llegaran a instalarse las élites extranjeras con sus países imaginarios basados en sus ideologías del saqueo.
Orgullosos de nuestra historia, podemos afirmar que el textil mapuche es un werken superviviente de muchos siglos en este territorio; mancillado también por el saqueo, pero victorioso siempre. Este mensajero del tiempo y del espacio, de territorios y generaciones, trasporta en su viaje un mensaje valioso; el tipo de fibra, tipo de hilado, colores, combinación de ellos, técnicas empleadas, simbología, orillas y terminaciones, forman parte de un lenguaje que cobra sentido en el corazón de su creadora-traductora y fuerza en quien le porta.
Cuando llegaron a nuestro territorio los primeros invasores españoles señalaron en sus crónicas la inexistencia de la escritura en el mundo mapuche. Esta idea falaz persiste hasta el día de hoy y está basada sólo en el analfabetismo textil, ignorancia e incapacidad de estos cronistas de entender nuestra propia forma de escribir la vida. En el mundo mapuche ha existido siempre la escritura y las encargadas, de codificarla y comunicarla, fueron, son y serán las tejedoras.
En general en cada trabajo desarrollado por nuestros cultores, dentro del inmenso patrimonio de los oficios y las artes de nuestro pueblo, encontramos las respuestas de un saber codificado, escrito y claro para quien sabe leer.
El corazón del colonizador -si es que lo tuviere-, invade territorios, tomando vidas y sentando mentiras por verdades para legitimarse en la historia. El corazón de un viajero honesto, en cambio, llega a otros destinos para aprender y crecer, respetuoso y agradecido de la tierra que lo recibe.
Creo que, si hubiese tenido la posibilidad de viajar a China, difícilmente se me ocurriría afirmar que los chinos carecen de escritura, simplemente porque en mi marcha no encontré los grafemas que aprendí en mi lugar de origen y soy incapaz con mi conocimiento poder entender las formas de otro y leer sus códigos.
Pero eso no fue lo que ocurrió aquí, lugar donde se instalaron las verdades del invasor hasta hoy, con un modelo de construcción de realidad que se repite a diario, persistiendo en todos los demás ámbitos del interés winka sobre el vivir mapuche.
TEJER ES UN ACTO POLÍTICO DE RESISTENCIA

Fotografía: Loreto Millalen.
Ya sabemos latamente que la imposición del modelo económico extractivista y “destructivista” en Wallmapu, particularmente la expansión forestal de monocultivos de pinos y eucaliptus, ha sido responsable de la pérdida progresiva de la biodiversidad en nuestro territorio, dotado siempre de abundancia y gran riqueza.
También que la disminución del caudal de los ríos o esteros, ya sea por la acción forestal o por la intervención del curso libre de las aguas, se debe principalmente a las acciones de interés privado (amparados en una legislación nefasta, única en el mundo), lo que ha ocasionado la devastación de plantas y hierbas medicinales, con un daño -muchas veces irreparable- en la biodiversidad del territorio.
Todo esto que describimos y que contemplamos con inquietud y acción, ha provocado un impacto no sólo en la vital soberanía alimentaria de nuestro pueblo y en nuestra medicina, también ha permeado el complejo mundo textil mapuche.
Por ello, si desaparecen plantas usadas con fines alimenticios y medicinales, también desaparece su uso tintóreo. Un pueblo que pierde sus colores, pierde un poco de vida y esto no es poesía o retórica sobre una idea intangible, es muy real.
La desaparición de los colores que habitaron siempre en la abundancia de miles de especies tintóreas en el Gran Wallmapu, es algo que ha pasado inadvertido por la irrupción en la escena de las anilinas. Ciertamente es mucho más fácil lograr el color encapsulado en una cajita que ir a buscarlo con llellipun. Reciprocidad a la mapu, cortar, seleccionar, remojar, hervir, esperar, combinar si fuere el caso, conectar con las fases lunares y todo lo que involucra este trabajo, donde el teñido, solo representa un elemento dentro del ciclo de la elaboración de un textil, sin hablar de todo el proceso para producir las hebras que se urdirán en el wixal y la elaboración misma del tejido y sus terminaciones.
Colores altamente significativos para los mapuche como el azul, el rojo o el negro, son ahora prácticamente imposibles de conseguir de manera natural o, siendo optimistas, por lo menos muy difícil. Como ha sido tan lento y progresivo este devenir, también con ello han ido muriendo nuestras papay con el valioso conocimiento de sus fórmulas.
Hace poco leí una nota sobre algunas acciones de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones CMPC, para recuperar el relbun (especie vegetal nativa devastada por la acción forestal, precisamente de empresas como esta). Así, se señalaba la iniciativa de apoyar el proceso de recuperación del teñido natural del rojo entre las tejedoras mapuche. [1]
De todos modos, igual frente a este escenario a veces apocalíptico, miro y decido abrazarme a la fuerza que tejen a diario mis ñañas, en ellas, en su tramado cotidiano de resistencias está la esperanza de un futuro multicromático y vivo. Hay una belleza extraordinaria en quien elige tejer, en quien decide aprender, en quién quiere enseñar.
Nicolas Valenzuela Quintupil, antropólogo mapuche e investigador del wixal, nos hablaba – en un seminario organizado en octubre de este año 2020, en el marco de mi taller de telar con la comunidad de Lo Barnechea-, sobre cómo este oficio, el wixal, que fue uno de los pilares de la economía mapuche, fue progresivamente desvalorizado hasta lograr que muchas tejedoras abandonaron su labor, al no poder vivir de él.
Tantas historias conocemos de talentosísimas tejedoras que deben migrar de sus comunidades para buscarse la vida y trabajar en lo que sea para poder subsistir. Hoy, poco a poco y en un nicho muy reducido aún se comienzan a abrir, sin embargo, espacios de valoración de este arte y de sus cultoras. Que se multipliquen y se restablezca el orden natural de las cosas y así se vuelvan a sentar las bases de nuestra propia economía mapuche en todas sus dimensiones.
LAS TÉCNICAS DEL WIXAL COMO ESCUELAS DEL BUEN VIVIR
Los tejidos que realizamos en el wixal, son el resultado de conocimientos científico matemáticos que se entrecruzan con el sentido social, cultural o espiritual y donde se conjugan también, las herencias ancestrales con las creaciones de la expresión artística de cada tejedora.
Así, se urden y traman las piezas textiles que forman un sello del espacio y tiempo en el que nacieron. Dentro de sus técnicas encontramos a una decena de formas diversas para lograr un tejido, todas ellas con un sentido y significación muy profunda.
El tejido llano o gvren, por ejemplo, tan sencillo como hermoso es el inicio del camino donde entendemos la posición y lógica en la disposición de las hebras, cómo suben y bajan, cómo se complementan y crecen sosteniendo la trama que los alimenta, mientras ella permanece fuerte, invisible y vital.
El wirin ñimin o tejido de rayas verticales, remite a la conciencia de hacer convivir en armonía y respeto la diferencia y diversidad en el mismo territorio textil; maestría se vuelve, entonces, el disponer las franjas de colores más o menos fuertes, más o menos luminosos, con más o menos número hebras y procurando un lugar para cada uno de ellos.
Relmu ñimin, welukvdef o peinecillo es la forma de constituir pares bicolores que logran las escaleritas de rayas horizontales, técnica que nos enseña el cara y sello de la vida y los pasos que damos por este camino de claro-obscuro indispensable para aprender a seleccionar hebras si queremos dibujar el ñimin.
Y así cada forma de urdir, podría remitirnos perfectamente en una lección de vida, a un valor mapuche, a un entendimiento del ser y del vivir, de hacer comunidad, de hacernos con el otro, de ser con la tierra.
En este sentido, se hace casi imposible pretender separar al artista de su obra, porque quienes han tejido en el wixal saben empíricamente que por más expertas que seamos en el tejer, no podremos mover ni una sola hebra correctamente si estamos en desequilibrio; poco tiene que ver lo que sabemos, más bien se involucra lo que sentimos, pero sobre todo tiene que ver con lo que somos y hacemos.
Connotadas tejedoras me han hablado sobre la conciencia que tienen de su legado; cuando ellas mueran, saben que seguirán viviendo en sus tejidos, algo de su espíritu fue quedando abrazado a sus hebras mientras tejían, cantando o sintiendo. Nuestros tejidos tienen alma, si tejemos conectadas a este latir y serán eternos como la vida mapuche en esta tierra.
Referencia fotografía: Elson Casanova Millar, fotógrafo y comunicador audiovisual de la gloriosa Villa Francia y colaboración de Loreto Millalen, en el retrato.
[1] Más información esperanzadora de la infinita misericordia empresarial en este link: Saavedra, P. (19 de febrero de 2018). Recuperan planta nativa que mapuches usaban como tinte. El Mercurio. Recuperado de: http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=444616
Eugenia Calquin Morales
Mapuche, Periodista y tejedora wixal. Comunicadora especializada en Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, ex becaria del Programa de Formación para Líderes Indígenas de Naciones Unidas. Actualmente, imparte talleres de telar y hierbas medicinales, creando la Mapuescuela, un proyecto educativo que busca la valoración de los oficios y prácticas tradicionales como herramientas pedagógicas al servicio del buen vivir.
Intervención de imagen de portada: Paula Baeza Pailamilla