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Asamblea de mujeres y disidencias por la gestión comunitaria de las aguas

Por Movimiento por el Agua y los Territorios – MAT

Antes nuestras ancestras tenían una relación distinta, en armonía con la naturaleza y el agua. Al privatizar el agua cortan esta cadena, y esto afecta nuestros cuerpos de muchas formas, incluso al punto del desplazamiento forzado debido a la escasez. Se habla de la experiencia de territorios donde ya no hay agua, donde la escasez hídrica llegó a tal punto que ya había que migrar de ese lugar porque había que priorizar por la vida (Asamblea de Mujeres y Disidencias del Valle del Elqui, 2021)

Como Movimiento por el Agua y los Territorios – MAT, compuesto por organizaciones territoriales a nivel plurinacional, en el marco de nuestra demanda histórica por la desprivatización de las aguas en Chile, es que entre octubre del 2019 y enero del 2020 realizamos más de 60 cabildos para proponer la gestión comunitaria de las aguas.

El producto de este proceso fue la elaboración de un Decálogo por los derechos de las aguas y su gestión comunitaria, en que se reconoce el agua como un derecho humano y de la Naturaleza, y un bien común inapropiable, siendo fundamental proteger todos los cuerpos de agua (ríos, lagos, lagunas, bofedales, turberas, glaciares, mares, entre otros), además de garantizar su restauración mediante un cambio de la matriz energética, productiva y de consumo.

Lo descrito implica necesariamente derogar el Código de Aguas vigente[1] y reemplazarlo por un nuevo marco normativo, basado en la gestión comunitaria, territorial y sustentable de cuencas y sub-cuencas hidrográficas, donde las prioridades de uso sean para el equilibrio de los ecosistemas y el consumo humano.

Por otra parte, se señala el carácter plurinacional de la gestión comunitaria del agua, basada en la articulación entre comunidades y territorios, garantizando su uso ancestral y dimensión espiritual por parte de los pueblos originarios, mediante el fomento de la agroecología y las economías territoriales, que permitan garantizar la soberanía alimentaria.

Decálogo por los derechos de las aguas y su gestión comunitaria. Ilustradora: Paula Tikay.

A partir de los resultados obtenidos con los cabildos y considerando la elaboración del Decálogo es que emerge la idea de generar asambleas de mujeres y disidencias sexo-genéricas sobre la gestión comunitaria de las aguas, ya que como MAT hemos caracterizado al extractivismo, en tanto extracción ilimitada e intensiva de los bienes comunes naturales (mal llamados materias primas o recursos naturales), como modalidad económica y productiva de devastación y degradación ambiental en Abya Yala[2], que reproduce una mirada colonial respecto de la Naturaleza y consolida economías y territorios masculinizados, en que la opresión y precarización se ven intensificadas en mujeres, niñeces y disidencias.

Con apoyo del único fondo feminista en el país[3], logramos gestionar un ciclo de encuentros autoformativos y una decena de asambleas de mujeres y disidencias por la gestión comunitaria de las aguas, abordando las problemáticas más recurrentes en los territorios y también las propuestas para sentipensar su gestión desde la perspectiva de un feminismo territorial.

Ciclo encuentros autoformativos “Mujeres y Disidencias por la Gestión Comunitaria de las Aguas”. Diseño Comunicaciones MAT.

Una de las mayores constataciones que vivenciamos es que la privatización del agua ha generado un cambio en los cursos de los ríos y de otros afluentes, lo que a su vez ha afectado la siembra y la producción de alimentos en general. Así, la sequía/saqueo se explicita como producto del acaparamiento de derechos de agua por parte de empresas extractivistas, y de la crisis climática y ecológica a nivel nacional y planetario.

Los impactos de la situación de escasez hídrica y de la contaminación de las aguas se profundizan en las mujeres, niñeces y disidencias, ya que son quienes más cumplen roles asociados al cultivo y cuidado de las chacras y huertas. Compañeras de Arica y de algunos valles aledaños señalan que son las mujeres quienes más realizan labores de riego, y en el caso de mujeres de los pueblos aymara y quechua, campesinas y afrodescendientes, al igual que otras mujeres de pueblos originarios como el mapuche, son a quienes más se les vincula con la tierra y la productividad de sus diversos ciclos, y del mismo modo quienes cumplen el rol de reproducir el agua. Por la misma razón es que denuncian el monocultivo como amenaza directa a sus cuerpos, tanto por la aplicación de los agrotóxicos como por la degradación ambiental, situación que se agrava en el caso de las temporeras, muchas de ellas migrantes y, por lo mismo, más expuestas a una serie de abusos.

En todas las asambleas se plantea, por un lado, que las actividades extractivistas impactan la vida, las familias, los territorios y las propias dinámicas culturales, y también afectan directamente el autocuidado de las mujeres, ya que se invisibilizan a las mujeres que están menstruando, a las que están amamantando y a quienes necesitan el agua todo el tiempo como forma de gestionar sus cuidados y los de otras personas, además de la chacra y los animales,  relegándolas a las labores de cuidado y al trabajo doméstico.

Lanzamiento asambleas de mujeres y disidencias por la gestión comunitaria de las aguas. Diseño Comunicaciones MAT.

Por otro lado, las negociaciones y resolución de los conflictos socioambientales también son capturadas por lógicas patriarcales. Cuando irrumpen las empresas extractivas a los territorios, si es que informan de sus actividades, son los hombres los notificados. Lo mismo sucede cuando se realizan negociones para detener una obra o aminorar sus impactos socioambientales. Las mujeres son reducidas al espacio privado y a la desinformación permanente.

Asimismo, en las propias organizaciones mixtas se invisibiliza la presencia de las compañeras que habitan el territorio, siendo mayoritariamente hombres los que imponen las decisiones, los cursos de acción, los tiempos, sin considerar las otras formas de organizar la vida.

Cabe destacar que en varias asambleas se menciona la relación entre contaminación, saqueo y degradación ambiental con la violencia hacia las mujeres, niñeces y disidencias. De la misma manera que se violenta a la naturaleza desde prácticas extractivistas se violentan sus cuerpos. El extractivismo y el patriarcado responden a la misma lógica de explotación y cosificación, como señala una compañera de la Asamblea de Mujeres y Disidencias de Atacama:

Al final del día se cosifica a la naturaleza, a nosotras mismas, perdemos nuestra condición de humanas y cosifican nuestros cuerpos, cosifican el agua (2021)

En los territorios con minería, las compañeras señalan la existencia de una cultura minera machista, patriarcal, en que se naturalizan hechos de maltrato y violencia física, sexual, psicológica, económica y simbólica. Así, por ejemplo, muchos hombres al salir de sus faenas mineras utilizan expresiones como “vamos a darle por excavación de metro” para referirse a las relaciones sexuales con mujeres. En este tipo de comentarios y desde otras prácticas misóginas, se fomenta y naturaliza el acoso callejero y la trata.

La privatización del agua impacta a su vez en la gestión de los gastos que muchas mujeres realizan. Se menciona la situación compleja de tener que decidir qué pagar y qué no, si comprar agua, comida, remedios para las personas enfermas, o forraje para los animales.

Es así que considerando lo descrito, en las asambleas realizadas se sugieren diversos cursos de acción para la gestión comunitaria de las aguas, destacando los siguientes:

-Valorización y rescate de saberes y prácticas tradicionales-ancestrales: conversar con las abuelas de los territorios, ceremoniar con y para las aguas.

-Creación de observatorios de violencias: visibilizar los cruces entre violencia extractivista y patriarcal.

-Creación de escuelas autoformativas: desde una mirada anticapitalista y desde la autonomía alimentaria.

-Compartir experiencias de siembra del agua: como mecanismo para favorecer la reproducción del agua.

-Incentivar una gestión y manejo paritario del agua: desde una perspectiva feminista territorial, popular, campesina e indígena.

Hoy nos queda el desafío de seguir pulsando por esos horizontes emancipatorios que coloquen en el centro la vida humana y de la Naturaleza, bajo la certeza que esos otros mundos posibles sólo serán viables si somos capaces de transitar más allá del extractivismo.

Si se seca la tierra nos secamos. Lo que se hace al territorio se nos hace a nosotras, a nuestros cuerpos y a nuestras vidas (Asamblea de Mujeres y Disidencias de Chiloé, 2021).


[1] Código creado en 1981, donde si bien se establece que el agua es un bien nacional de uso público, su acceso se establece a través de derechos de aprovechamiento, generando un mercado de aguas y su privatización. Si bien en el 2021 fue modificado, se mantiene la figura de derechos de aprovechamiento.

[2] Nombre de origen kuna, pueblo originario que habita en Colombia y Panamá, para referirse al continente “americano”, siendo una nominación que hoy diversos pueblos originarios y organizaciones territoriales utilizan a modo de descolonizar la narrativa sobre la llamada “América”.

[3] Para mayor información ver www.fondoalquimia.org


Stefanía Vega Zúñiga

Antropóloga. Integrante del Movimiento por el Agua y los Territorios – MAT y de la Gaceta Ambiental. Parte de la Coordinadora de Territorios por la Defensa de Los Glaciares.

Francisca Fernández Droguett

Antropóloga y Doctora en Estudios Americanos. Integrante del Movimiento por el Agua y los Territorios – MAT y de la Gaceta Ambiental. Parte del Grupo de Trabajo CLACSO “Ecologías Políticas desde el Sur/Abya Yala”.