El concepto de territorio durante décadas ha sido reducido por los organismos de poder como un mero espacio geográfico localizable y concreto; sin embargo, hablar de territorio implica articular a la sociedad porque en él interactúan factores culturales muy importantes para los procesos de identificación y representación colectiva e individual. Es así como el territorio ancestral del que hago parte, me ha permitido el reconocimiento de mi propia identidad y de mi cuerpo como primer territorio.
El Resguardo de origen colonial cañamomo y lomaprieta está catalogado como uno de los más antiguos del país, sin embargo, sus procesos se han visto truncados por el genocidio cultural que ha padecido desde la época de la colonia. Hoy en día, a pesar de la lucha y resistencia histórica de nuestros mayores por mantener nuestras prácticas ancestrales, muchos de los habitantes de este territorio no se autoreconocen como parte de la etnia embera y la lengua materna se halla casi extinta.
Durante siglos, nuestro territorio ha resistido a la visión colonialista del mundo, nuestra gente a la imposición de la cultura occidental y nuestra tierra a las prácticas extractivistas y de explotación propias del capital. La historia violenta del pasado ha dejado a su paso heridas profundas en la memoria de este territorio, pero a pesar de ello si se siembra en nuestra tierra una semilla buena, se riega y se cuida, crece una cosecha fuerte y saludable. ¡Si se siembra en un niño el amor por la memoria de su pueblo y su propia identidad, crecerá para defenderla!.
El reconocimiento de la lucha histórica de mi territorio me permitió comprender que así mismo soy una mujer con marcas del pasado; que la sociedad y sus parámetros inalcanzables de la belleza han abierto heridas profundas en mi ser, pero a través de la cámara, como una suerte de espejo, me permito ver y reconocer este cuerpo que me sostiene, que resiste luchas internas, comentarios, críticas y lesiones externas pero sobretodo, me permite sembrar día a día en mi primer territorio las semillas de amor propio que sanan y convierten en cicatrices lo que fueron heridas ayer.
Sofia Tapasco Ramirez
Embera Wera del Resguardo de Cañamomo y Lomaprieta, Riosucio, Caldas, Colombia. Soy una joven que viene caminando los procesos de comunicación propia y apropiada con enfoque LGBTIQ+ e interseccional desde hace 4 años, soy una feminista en construcción con convicciones fuertes y grandes inquietudes. Me enamoré de la fotografía y desde allí empecé a forjar mis cimientos desde las exploraciones y construcciones comunitarias. Al sol de hoy estoy estudiando Comunicación Audiovisual y Multimedial en la Universidad de Antioquia, comprometida con que algún día vuelva al territorio a retribuir desde mi ser y mis conocimientos.
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