Categorías
Sin categoría

El corazón rápido y la muerte lenta

Por Silvia Ester Gutiérrez González

A mi mama Alicia y mi tata Miguel

Presiona para escuchar a la escritora

El corazón de mi mama latía fuerte, muchos latidos por minuto. Yo tenía 10 años y pasaba las tardes con ella luego de la escuela, cuando aún no se implementaba del todo la Jornada Escolar Completa.

Supe escuchar su corazón porque una tía decidió enseñarme a tomar la presión.Tenía que concentrarme y afinar el oído. Ambas debíamos estar en silencio, mi tata también. Su brazo debía estar bien apoyado, a la altura del corazón. Mi abuelita tenía que arremangarse hasta arriba, ambas debíamos apoyar bien los pies en el suelo y no cruzar las piernas, las que además estaban muy hinchadas por las várices. 

Mi mama pasaba casi todo el día de pie en la cocina, y además de la hipertensión, tenía una enfermedad que me daba mucho miedo: la epilepsia.

Supe leer cuándo empezaría a convulsionar y así evitar que cayera al suelo. Eso cuando estábamos en la casa, porque cuando andábamos por el barrio comprando la leche, la harina, o jugando al loto, no me daba cuenta y ahí fueron inevitables algunos accidentes.

Recuerdo que me cargaba ver a mis compañeras de la escuela bromear con que les daban ataques de epilepsia. Pensaba en mi abuelita y en lo terrible que era cuando perdía la conciencia, convulsionaba o se hacía daño. Me contaron una vez que ella estaba sola en la cocina y metió los dedos al aceite caliente porque le empezó un ataque. Sus dedos quedaron pequeñitos después de eso.

*

Hace pocos meses murió mi tata y me vine a habitar esta añorada casa vacía y repleta de raíz. He  aprovechado el tiempo para revisar veladores, cajones y cajas. El historial médico de mi mama es enorme, hay muchas radiografías de su cerebro y exámenes de sangre. El otro día también encontré cartas. Se enviaron muchas con su hermana Rina, que vive en Quilpué. A ellas las separaron de niñas, la tía Rina se fue con una familia que la quiso, cuidó y educó, y mi mama tuvo que quedarse con unas tías agresoras que la golpeaban con tarros de conserva en la cabeza. De ahí la raíz de mucho de lo que siguió padeciendo de adulta.

En las cartas, la hermana le pedía a mi mama que se operara para no tener más hijos. Le decía que su salud se estaba deteriorando mucho. La carta se conserva intacta, a pesar de ser de 1961. Para esa fecha, mis abuelos ya tenían cuatro hijas y un hijo.

En otra de las cartas que leímos  junto a mi mamá, que era del mes de agosto, supimos que mi mama sí se había operado, pero que la operación no había salido bien, y estaba nuevamente embarazada. En octubre nacería Ruth, la que muchos años después sería mi mamá (…) 

Nos quedamos mirando en silencio, impresionadas de esa posibilidad en el espacio/tiempo de que este presente nunca hubiese existido. Voy creyendo que nuestras pobrezas habitan las orillas de la suerte, una en la que vida y muerte se llevan siempre de la mano, o de un dedito chamuscado que resiste a la adversidad.


Silvia Ester Gutiérrez González (Talca, 1989)

Es periodista y escritora volcada a los oficios en torno al libro. Este año publicará su primer poemario “Desaparición Forzada: Rituales para la Memoria”, y su primera novela gráfica a partir de entrevistas realizadas a la defensora de los derechos humanos Ana González. Actualmente reside en Talca donde es librera y gestora de la librería Palabra Fuego.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s